Puede que en nuestra memoria. Tal vez en nuestros corazones.
Aquí, inmortalizado en una fotografía de este instante mágico.

Os insto a respirar un poco de esa paz salada que la brisa del mar nos acerca a nuestros corazones, como el leve aleteo de una gaviota, buscando el sol, esa resplandeciente estrella diurna que se esconde tímidamente al anochecer. ¡Qué ironía!
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